En Venezuela, Dimas Ernesto Marín era reportero de Globovisión, un canal de televisión. En Buenos Aires, a donde llegó en junio, aún no consiguió trabajo de lo suyo. Vive en una habitación compartida con cinco personas y se mantiene como vendedor de ropa interior en un local de Once, donde trabaja 11 horas diarias. Él considera que está mejor.
“Allá ganaba el salario mínimo de 20 dólares. También era docente universitario y eso me daba apenas 2 dólares más, trabajando 4 días a la semana. Con eso no haces nada. Es tan crítica la situación en Venezuela que no te queda otra que abandonar a tu país, a tu pareja, a tu familia”, explica.
Abandonar Venezuela no le resultó fácil. Cuenta que vendió casi toda su ropa de reportero, su heladera y su computadora, pero sólo logró reunir 500 dólares, insuficientes para un pasaje de avión. Por eso emprendió un viaje por tierra que terminó durando 16 días.
“Salí el 30 de mayo y llegué el 13 de junio. Tuve que dormir en el piso en el camino y pasar por carreteras peligrosas -relata-. Igualmente, mi mayor miedo era que los efectivos de la guardia bolivariana me robaran esos pocos dólares en la frontera, porque a varios conocidos les pasó y se quedaron sin nada. Los escondí bien y pude evitarlo.”
Ahora, cuenta, está esperando que le salga el DNI para buscar trabajo en una empresa de comunicación y empezar a dar clases. También proyecta estudiar idiomas. “Quedó mi novia allá, mi mamá enferma, mi hermana de 19 años, mi papá, el resto de mi familia. Trataré de enviarles dinero para que se vengan acá, así podemos estar todos más tranquilos”, cierra.
Vía El Clarín